abril 26, 2016

Los basilios compraron el monasterio a los agustinos

El 29 de noviembre de 1577, con presencia de escribano, se congregaron en el convento de Santa Isabel, a campana tañida, según lo tenían de costumbre, todos los frailes agustinos y superiores del mismo y el prior les dijo: “Nuestro convento posee una casa y huerta con 150 fanegas de tierra en el pago de Cazalla, la cual queremos vender al monasterio de Santa María de Oviedo de la orden de San Basilio Magno por precio de 1000 ducados, la casa y la huerta, y 400 ducados, las tierras, que juntos montaban 1400 ducados, de los que tenían que redimir cada año, por renta, 100 ducados.”
Los frailes contestaron que estaban de acuerdo. Se volvieron a reunir los días siguientes otras dos veces como era preceptivo en cosas tocantes a este convento. El prior siempre volvió a hacerles la misma pregunta, y siempre contestaron que sí.
Por su parte, los basilios de Santa María de Oviedo, se reunieron el 3 de diciembre y también otras dos veces posteriores, acordando comprar la heredad de Cazalla porque les era útil y provechosa.
El día 4 de diciembre firmaron los basilios en Huelma.
Los basilios se sintieron engañados
Al año siguiente, los basilios se sintieron engañados en el precio de lo comprado, al menos eso fue lo que pensó el provincial de la Orden, que los amenazó de excomunión si no dejaban la heredad que habían comprado, por lo que decidieron hacer defensa interponiendo un pleito. Los agustinos, que no debían tener la conciencia muy tranquila y por evitarse problemas, decidieron hacer la gracia de rebajarles 300 ducados.
Tras el paso de algunos años, los basilios de Cazalla siguieron viendo que esta finca era un mal negocio y en ellos tomó cuerpo la idea de que habían sido agraviados. El visitador provincial les dio licencia para iniciar el pleito, el que presentaron ante el provisor del obispado en 1591.

El pleito duró hasta 1598. Pero esa es una historia que, sobre todo, nos ha permitido, por la documentación archivada en la catedral de Jaén, conocer cómo era el monasterio, quiénes eran, qué tenían y cómo vivían los basilios en aquellos años de final del siglo XVI. Pero antes vamos a conocer quiénes eran los de la orden de San Basilio Magno.
La orden de San Basilio Magno
Por la persecución de los cristianos por el emperador Decio (años 249-251), éstos se refugiaron en los desiertos de Siria y de la Tebaida, donde practicaban una vida de soledad que repartían entre la oración y la penitencia: fueron los primeros anacoretas o eremitas.
Pero la vida anacoreta o solitaria tenía que convertirse, por naturaleza, en vida en cenobio (que procede del griego y significa vida en común). Dicha vida en cenobio se inición en Oriente. San Pacomio (346 fundó a orillas del Nilo el primer convento en el cual los monjes, reunidos en comunidad, practicaban una misma regla, regla escrita por el santo, que fue traducida al latín por San Jerónimo y la impuso en la Tebaida).
San Basilio Magno (329-379), griego, nació en Helenoponto, cursó estudios en la escuela superior de Atenas. Tras visitar a los padres del desierto escribió unas nuevas reglas hacia el año 363, más precisas y más metódicas que las de San Pacomio, que influyeron en el monaquismo oriental y el occidental, las mismas reglas en las que viven los basilios de Oriente.
El monasterio de basilios de Santa María de Oviedo en Mata-Bexix
El año 1540 se estableció o restauró en España la antiquísima Orden de los monjes basilios, Orden basilia o Congregación basilia. Vivían entonces en una soledad del obispado de Jaén algunos varones de conocida piedad, a quienes el obispo dio la regla de San Basilio, nombrando abad a uno de ellos.
Unos años antes, en Mata-Bexix, se habían establecido 12 ermitaños que vestían hábito de paño pardo, a orillas del rio Oviedo. Eran doce por la tradición desde los orígenes del monaquismo. San Pacomio agrupó a los eremitas del desierto en colonias o cenobios, de doce monjes, con lo que nacieron los monasterios.
Aquellos 12 monjes hacían vida contemplativa, sin sujeción a regla alguna, hasta que a finales de 1538 ocupó el obispado de Jaén, don Francisco de Mendoza, hijo de los primeros marqueses de Mondéjar, se preocupó que llegara a las zonas rurales el servicio de misa y la enseñanza cristiana. Así en 1540 los 12 ermitaños de las Celdillas del rio Oviedo o Mata-Bexix, recibieron del obispo la regla de San Basilio Magno, que se obligaron a guardar, fundando el monasterio de Santa María de Oviedo, el primero de la orden de San Basilio que se creaba en España, tras los siglos de vacío con la presencia musulmana. Eligieron su primer abad, fray Bernardo de San Andrés o de la Cruz, sacerdote natural de Montilla.
Había un convento en piedra y su iglesia dedicada a la Virgen María.
San Basilio no fue autor o instituidor de monasterios, sino maestro e ilustrador de monjes, yendo con su ejemplo delante de todos. Exigía mortificaciones severas y prolongadas, largas horas de trabajo manual e intelectual, una obediencia absoluta a su superior y a las penitencias rigurosas que éste debía infligirles por la menor falta, pero todas esas pruebas no debían ser más que etapas en el camino de la oración perfecta, de la oración que conduce a la contemplación de Dios, del éxtasis (lo que después recogerían Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz con los Carmelitas Descalzos, todo el fenómeno de los iluminados en el siglo XVI-XVII en la provincia de Jaén, como en Baeza, que coincide con la instalación de estos monasterios)
El silencio, la humildad, el ayuno, el abandono de sus bienes a la comunidad eran otros medios para desprenderse de este mundo para poder saborear ya en esta vida algo de la beatitud celestial. Aunque parezcan duros, eran más suaves que los extremismos de penitencia y privaciones de los eremitas orientales.
San Basilio fue obispo de Cesárea y luchó contra la herejía arriana. Era alto, flaco, enjuto de carnes, pálido y algo triste, nariz proporcionada, arqueadas las cejas, aspecto de absorto y pensativo, sienes algo cóncavas, barba larga y entrecana.

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