mayo 27, 2016

San Basilio, fusilado por "fascista"

Al estar el cortijo El Convento en manos de la familia Lozano de Campillo de Arenas, que eran grandes propietarios, las familias más pudientes de dicha población, más vinculadas con las fuerzas conservadoras y, tal vez, proclives a la sublevación de Franco, utilizaron de refugio dicho cortijo durante todo el período de la Guerra Civil española, tratando así de evitar el riesgo de las acciones de milicianos radicales que por su cuenta secuestraban y fusilaban sin miramiento alguno a aquellos que ellos consideraban fascistas.
Pero en Carchelejo pronto se supo que allí estaban refugiados dichas personas de Campillo de Arenas, por lo que fueron algunos grupos radicales de éste pueblo los que quisieron llevar a cabo la tarea de la persecución de los mismos.
Se supone que en los círculos de estos grupos extremistas del pueblo se decidía una noche cualquiera que iban a llevar a cabo la operación por sorpresa yendo al cortijo al amanecer del día siguiente. Pero como muchos jornaleros del pueblo trabajaban desde generaciones en aquel cortijo y mantenían lazos afectivos potentes con sus propietarios, esa misma noche se desplazaban al cortijo para advertirles de las intenciones de los milicianos incontrolados, lo que hacía que los “fascistas” se fueran a pasar la noche y el día a lo alto de los montes. Cuando llegaban los milicianos, allí no encontraban a nadie y, enfadados, se ponían a fusilar a la estatua de San Basilio, por fascista. Estos hechos ocurrieron reiteradamente, lo que llevó a la familia de los cortijos, para proteger el santo, la necesidad de ocultarlo, recubriéndolo con yeso.

Y así ha estado hasta el año 1998, que fue descubierto de nuevo y devuelto a la imagen original que había tenido desde la fundación del monasterio, seguramente por los agustinos, allá por el siglo XV o principios del XVI.

La batalla de Campillo con Los Cien Mil Hijos de San Luis

En el año 1823 la localidad de Campillo de Arenas fue el campo de batalla de los ejércitos español y francés en el contexto de la invasión francesa para restaurar el régimen absolutista de Fernando VII, acabando con el Trienio Liberal iniciado tres años antes.

La batalla se llevó a cabo fundamentalmente en la sierra del castillo de Arenas, cerca del Monasterio, que jalona el valle por una de sus vertientes. Los ejércitos, en su retirada hacia Jaén, utilizaron el camino a Carchelejo, por lo que tuvieron que pasar por el monasterio. ¿Estaban aún los monjes en él o ya había sido vendido o arrendado como se narra en capítulos anteriores?

Esplendor del Monasterio en el siglo XVIII

Llegamos al siglo XVIII con la existencia de este monasterio que se mantiene apartado en su soledad, y pese a la decadencia en los últimos tiempos del reinado de Carlos II y durante la Guerra de Sucesión, cuyos costes apenas llagaron a ese desierto de Cazalla, alcanza su mayor esplendor, con el mayor número de monjes y con más tierras y ganados.
Ordenada la confección del famoso Catastro del marqués de la Ensenada, el abad del monasterio presentó por escrito y firmó su correspondiente declaración fechada en julio de 1751, en Carchelejo, a fin de unirla a las relaciones de eclesiásticos vecinos de dicho término y forasteros hacendados en él, y que comienza así:
“Relación que yo el Reverendo Padre don Juan de Benavides, Abad de el Monasterio de Cazalla de la Orden del Señor San Basilio Magno, extramuros de este lugar de Carchelejo y comprendido en su término, distante de el dicho lugar como un cuarto de legua, poco más o menos, doy fe de los bienes raíces y ganados, pertenecientes a dicho Monasterio, como también de los monjes, sacerdotes y legos de se compone, y mozos sirvientes, tanto en la labor como en la guarda de ganados. Todo en conformidad de lo prevenido en el edicto despachado por el Sr. Don Manuel Velarde Zevallos comisionado por S. Md. Para entender en el establecimiento de la única Contribución de este Reyno.”
Vemos de manera clara que el monastario se había enriquecido notablemente. Había pasado a tener trece fanegas y medio de regadío y cuatrocientas seis de secano, que equivaldrían hoy a unas 263 hectáreas de terreno, con 1182 olivos, 2300 vides, frutales, parrales, encinas, quejigos, tierras de labor y monte y más de 500 cabezas de ganado.

Se deduce del catastro de la Ensenada que el monasterio poseía bienes suficientes para mantener su comunidad y servicio, todo esto sin contar con los estipendios de misas y limosnas que obtenían los frailes en su asistencia espiritual a la comarca.

Las leyendas del albondigón y el fraile de la Cencerrilla del Monasterio de Cazalla de Carchelejo

Hay dos leyendas que se han transmitido generación tras generación entre los habitantes del monasterio.
Una primera que se contaba en las familias el día que tocaba comer puchero de garbanzos con albondigón. Hacía mención a un tiempo en que los frailes morían con frecuencia y de forma repentina, habitualmente tras las comidas de puchero de garbanzos con albondigón, que es como una albóndiga enorme que se añadía al puchero y se comía junto a la carne y demás ingredientes tras el caldo con los garbanzos. Comida que seguramente era un lujo en la época y tradicional hoy en día todavía en los pueblos de Sierra Mágina.
No eran pocos los que relacionaban las muertes con la presencia del albondigón, lo que llevaba a los frailes a recriminar a los hermanos de las cocinas esa coincidencia, recelando del manjar. Pero como era un ingrediente muy apreciado, contaban que cuando el padre fraile jefe de la cocina estaba cocinando cocido de garbanzos, manifestaba en voz alta:
-          No sé si poner albondigón al cocido.
A lo que contestaba el fraile ayudante, muy jovencito, de la cocina:
-          ¡Padre, que siga el albondigón y caiga quien caiga!

La segunda leyenda nos la contaban a la luz de la lumbre, en las noches de invierno, y se refería a un fraile que cometía muchas tropelías en el convento, no cumpliendo las obligaciones religiosas de las oraciones, esquivando sus trabajos en el campo, rompiendo con frecuencia las reglas de la Orden, por lo que era castigado  cada vez de forma más severa. Hasta que en una ocasión lo sorprendieron manteniendo relaciones con una criada, lo que el castigo ya supuso penitencias extremas, reclusión, ayunos prolongados, y como no escarmentaba, fue expedientado y mandado a prisión fuera del convento durante varios años.
Cuando volvió al convento el fraile  se vengó de varios de los frailes de las formas más variadas, incluso fue acusado de sospechoso de la muerte de alguno, por lo que al morir fue castigado por Dios a vagar eternamente por el valle del monasterio arrastrando unas cadenas y con una cencerrilla colgada del cuello, para que fuese advertido por las gentes y así huyesen de él, como un leproso.
Y en las noches oscuras, de lluvias y relámpagos, y, asomados a la calle desde el portal, te decían:
-          ¿Oyes cómo suena una cencerrilla por el Cerrillo de San Marcos?
-          No oigo nada –respondía uno, muerto de miedo.
-          ¿Seguro que no la oyes? ¡Pero si se escucha perfectamente como baja el tintineo por la cuesta del Cerrillo! –insistían.
Los relámpagos iluminaban la noche, cuando apenas los candiles de aceite y las llamas de la lumbre eran las únicas luces de las casas y los truenos inmediatamente parecían romper las entrañas del valle, ahogándonos a los niños en la visión dramática y compasiva, al mismo tiempo, de aquel fraile errante por los campos, que imaginábamos arrastrando las cadenas entre el hábito negro embarrado y la cencerrilla al cuello. Os puedo asegurar que lo escuchábamos, porque al mismo tiempo podría sonar el cencerro de cualquier cabra u oveja al moverse en  los corrales, lo que llenaba de veracidad la leyenda.

Es probable que las dos respondan a una sola y estén fundamentadas en el conflicto del fraile rebelde Alonso Pérez de Alarcón en el siglo XVII y que uno de sus pecados habría sido enamorarse de una moza de la servidumbre, con la que terminó errando por los montes, escondido en las cuevas de la zona, como la cueva del Puerto, y que volvió al convento una vez murió la amada, pasando el resto de su vida oculto de la persecución de la Inquisición por sus frailes hermanos, trabajando hasta su muerte como un gañán del convento. También, tal vez, se hayan inventado algunas partes de la leyenda, metiendo al fraile perseguido en las cocinas como servidumbre y desde ahí se vengaba de alguno de los frailes que le hubiese denunciado o maltratado. ¡Qué sé yo! Pero ya sabéis que muchas veces las leyendas se asientan en algunos aspectos en partes veraces de la historia y el recuerdo de las gentes, que se van adaptando a las necesidades de las mismas.

El Monasterio y sus tierras en manos de la familia Lozano, de Campillo de Arenas, desde casi su desamortización

Según escribe Jorge González Cano, investigador y cronista de Los Cárcheles, a partir del catastro del marqués de la Ensenada se tiene una fotografía minuciosa de cómo es el paisaje de la zona. Predominaba el monte y pasto común junto al arbolado autóctono (quejigos y chaparros) frente a tierras cultivadas –sólo representaban un 27% de la extensión del término-. Estas cifras explican sobradamente la importancia del sector ganadero en la zona.
Las tierras dedicadas a siembra suponen un 80% de la superficie cultivada. Se sembraba trigo, cebada, centeno, yeros, lentejas y garbanzos. El período de rotación dependía de la calidad de la tierra e iba desde sacar dos frutos al año sin intermisión hasta tener que dejar las parcelas tres años en barbecho en tierras de poca calidad. El viñedo ocupaba el 3,67% de las tierras cultivadas, mientras que al olivar se dedicaba un 2,02% de la superficie, que junto a los árboles frutales, morales y nogueras no llegaban al 6% del total de las tierras cultivadas.
El 13,91% de la superficie estaba ocupado por encinas, quejigos y chaparros, dedicada a ramonear y criar ganado con su fruto, entresacar leña para los hornos y hacer carbón para uso doméstico.
La población iba en aumento y en la tierra no dejaban de hacerse nuevas roturaciones. El pastoreo era el oficio que más personas ocupaba en estos lugares. El ganado cabrío con 4043 cabezas, después el ovino, los cerdos, el vacuno y los semovientes (asnos, caballos y mulos).
Este medio físico no cambia en la zona hasta mediados del siglo XIX. A partir de ahora el olivar comienza poco a poco a cambiar el paisaje hasta hoy en día haberse convertido en monocultivo.
Durante la primera mitad del siglo XIX los grandes propietarios de tierras en la zona eran: el Duque de Montemar y Conde de Garciez, la ciudad de Jaén con sus bienes de propios y los monjes basilios de Cambil –propietarios en un principio de las tierras del suprimido monasterio de Cazalla en un primer intento en 1810 y definitivamente durante el Trienio Liberal, posteriormente compradas al Crédito Público por D. Blas Manuel Teruel-. Todos estos van desprendiéndose de sus propiedades poco a poco. En los protocolos notariales de ésta época se puede rastrear este proceso de arrendamiento y venta de parcelas a los vecinos de Carchelejo. Por ejemplo, en 1831, el Padre D. Diego Bustos, Administrador de los bienes del suprimido monasterio de Cazalla, arrienda por 5 años a favor de Juan Ramón González, 2/3 partes del molino aceitero de dicho convento y tres suertes de olivar llamadas San Marcos, San Agustín y de En medio, así como un huertecillo junto al mismo molino, a cambio de 700 reales en moneda contante y sonante y no en vales reales. Este molino aceitero fue adquirido en 1822 por D. Francisco Fajardo, pero a la restauración del absolutismo fue otra vez devuelto a los monjes basilios. De esta manera en 1835 vuelve a ser propiedad del referido Francisco Fajardo que a su vez lo arrienda. El grueso de las tierras pertenecientes al monasterio fueron adquiridas por D. Blas Manuel Teruel al Crédito Público, un total de 704 fanegas, incluido el edificio convento y a su vez vendidas a Antonio José Lozano Ayala en 15.500 reales en 1845.
Otro ejemplo, las tierras del Duque de Montemar, alrededor de 600 fanegas entre secano, huertas, pastos y monte, que desde 1751 habían estado arrendadas a colonos residentes en los cortijos de Cazalla, a partir de estas fechas los arrendamientos se realizan con distintos vecinos de Carchelejo y Campillo de Arenas.
Los Bienes de Propios de la Ciudad de Jaén en Carchelejo rondaban las 777 fanegas en 1751 y estaban arrendados a diversas personas. Por estas fechas se produce la venta de la mayor parte de estos bienes a labradores de Carchelejo.

Los sucesivos repartos hereditarios de la familia Lozano, generación tras generación, ha conllevado, como en toda la zona, la atomización de la propiedad, hasta el minifundismo de la actualidad.

mayo 17, 2016

El fraile rebelde Alonso Pérez de Alarcón

En 1688 hay un expediente sobre un fraile basilio exclaustrado del Monasterio de Nª Sª de la Esperanza de Cazalla de Carchelejo, llamado Alonso Pérez de Alarcón, que tomó los hábitos de la Orden de San Basilio Magno en el monasterio de Santa Cruz de Villanueva del Arzobispo, donde estuvo once meses. Como no deseaba profesar, el abad y monjes de Santa Cruz, le quitaron el hábito y lo echaron del convento. Estuvo un año en los atos de pastores y al volver a su casa, contando con diecinueve o veinte años de edad, forzado y violentado por su padre, según declara el joven, le llevó al convento de Nª Sª de la Esperanza de Cazalla, donde le dieron el hábito, y siempre amenazado por su padre, hizo profesión.
En el referido monasterio se ordenó hasta de presbítero y durante veinte años desempeñó los cargos que pretendió con mucha diligencia. “Luego cometió excesos y delitos y se le mandó estar recluso ciertos años en el monasterio de Nª Sª de Gracia de la villa de Posadas, confirmada la sentencia por el capítulo definitorio pleno que celebró dicha religión en el colegio de San Basilio de la ciudad de Sevilla en octubre de 1666. E hizo fuga y se quitó el hábito y se volvió al mismo lugar del que fue desterrado, donde con hábito secular y profano ha andado hasta de presente amontado por los cortijos y sierras, con escopeta al hombro y llevando consigo a una mujer mundana causando graves escándalos, en hábito de lego, según certificación del padre Mº don Juan de Eslava y Figueroa, secretario de la provincia, autorizada por el M.R. padre abad provincial de esta provincia de Andalucía. Está excomulgado por dicha religión y puesto en las tablillas de sus monasterios”.
El expedientado, “para que los basilios no lo prendan, molesten y vejen, pidió ser depositado en cualquiera de los conventos de Jaén”, a lo que accedió, y el 25 de agosto de 1668, el padre Martín de Sevilla recibió, como guardián del convento de Nuestro Padre San Francisco de la Orden de Capuchinos extramuros –Alameda- al padre don Alonso Pérez de Alarcón, del Orden de San Basilio Magno.

De estas actuaciones se dio traslado al abad y monjes de Nª Sª de la Esperanza de Cazalla, que lo recibieron estando toda la comunidad presente.

El Monasterio de Cazalla en Carchelejo, Altar de Ánimas en el siglo XVII


El Monasterio se estabiliza y consolida en el siglo XVII en términos económicos, y eso fue posible gracias a ser Altar de Ánimas.
En 1633 obtienen un breve y letras apostólicas del Santo Padre Urbano VIII, por el cual se daba facultad a que en la iglesia de dicho convento hubiese un altar de Ánima, lo cual era un privilegio muy codiciado entonces, tanto en parroquias y conventos como en otros templos.
Dase este nombre a los altares en los cuales por privilegio pontificio, se gana indulgencia plenaria aplicable en favor del alma de un difunto.
Créese que comenzó a usarse este privilegio desde principios del siglo IX, atribuyéndose el origen al papa Pascual I, al tenor de una inscripción en la iglesia de Santa Práxedes en Roma.
El privilegio es perpetuo o temporal.
En el perpetuo se designa el altar con su advocación y la iglesia donde está. El privilegio es válido y duradero, de modo que subsiste aunque se restauren la iglesia y el altar, siempre que sea con la misma efigie y advocación y en la misma iglesia. Generalmente tienen al lado un cartel o lápida que lo indica con la fórmula “altar de ánima perpetuo”. Benedicto XII concedió a los obispos el poder designar en las iglesias catedrales un altar perpetuo a su elección.
El temporal expira al fin del septenio, o del tiempo de su concesión. Clemente XIII concedió privilegio temporal y por siete años de poder aplicar las indulgencias en los altares donde se guardara la sagrada Eucaristía en todas las iglesias parroquiales del orbe. El día de Animas o de Difuntos se consideran como privilegiados todos los altares por concesión del mismo pontífice.
El color negro debe usarse en las misas que se digan en dichos altares con objeto de ganar y aplicar la indulgencia en cuanto fuere posible, según decreto de la Congregación de Ritos, a no ser que haya alguna solemnidad que impida usar aquel color. (Decreto de 11 de abril de 1864.)

La indulgencia no va adherida propiamente al altar o al ara, a no ser que la concesión lo explique de ese modo, sino más bien a lo que llamamos comúnmente el retablo, cosa distinta del altar, pues suele expresarse el título de la advocación y aun la efigie o imagen en consideración a la que se hace la concesión. Así se dice que es de ánima el altar de tal crucifijo o efigie.
Pues con esta concesión el monasterio comenzó a recibir importantes ingresos económicos de la feligresía de la zona que deseaban que sus difuntos pudiesen salir del purgatorio cuanto antes. Eso hizo aumentar las propiedades de los frailes de las primeras 97 hectáreas a 245 cuando llegamos al siglo XVIII.

mayo 04, 2016

¿La Macarena de Sevilla tiene su origen en el Monasterio de Nª Sª de la Esperanza de Cazalla?

En la expansión de los basilios fundando monasterios en España, fray Bernardo de la Cruz, primer abad de Santa María de Oviedo, fue el fundador del convento de San Basilio de Sevilla y en la iglesia que construyeron crearon una cofradía o hermandad dedicada a Nª Sª de la Esperanza, la Macarena, en recuerdo de su advocación en el convento de Cazalla. 
“Después que se construyera un templo –dice Ortega y Sagrista- era costumbre muy extendida y general en los conventos de frailes, para atraerse a los fieles de la localidad donde radicaba la casa recién inaugurada, fundar una Orden Tercera, Cofradía o Hermandad, muchas veces de pasión, para atraer a los feligreses a los cultos y ejercicios piadosos”. “Los padres del Colegio de San Basilio de Sevilla –prosigue Ortega y Sagrista- cuando crearon su iglesia en Sevilla, en uno de los barrios más pobres de la ciudad, en el barrio de la Macarena, decidieron también fundar una Hermandad y eligieron para ello la advocación de Ntra. Sra. de la Esperanza, de la cual eran devotos los basilios por su único Monasterio de tan hermoso titulo, que era el situado en el Barranco de Cazalla (no “Cazalla de la Sierra”, en la Sierra Norte de la provincia de Sevilla, que se fundaría aquí otro Monasterio Basilio, mucho tiempo después), entonces del término de Cambil y Alhabar –hoy de Carchelejo en el Obispado de Jaén”, aquel apartado cenobio, perdido en las sierras de Jaén. “¿Por qué le dieron a la Cofradía de Sevilla el titulo de Ntra. Sra. de la Esperanza?” Se pregunta el archivero hispalense Hernández Parrales. Probablemente también –se contesta a sí mismo porque el primer Prior Abad del Monasterio de Sevilla, fray Bernardo de la cruz, lo había sido también antes de este Monasterio del mismo nombre, en el barranco de Cazalla, en Carchelejo, Jaén. En 1.595, fray Bernardo de la Cruz de San Andrés pasó a ser Vicario General de la Orden en España.
Debo añadir que se dice que existe un inventario de dicho convento en el que se detalla la veneración de una imagen de similares características a la macarena sevillana. Se sabe que esta congregación basiliana fundó diferentes conventos por Andalucía, después del de Cazalla en Carchelejo (Jaén) y que con ellos se llevaban sus enseres cuando abandonaran dicho convento , de ahí que recabara en el que se fundó en Sevilla capital.

Sobre la autoría y procedencia de la imagen de la Macarena, muchos apuntan al convento de Cazalla de Jaén, lo que vemos en el Anexo III.
 La primera atribución de la autoría de la Macarena a la escultora Luisa Ignacia Roldán, hija de Roldán y conocida como la Roldana, fue realizada en el siglo XIX por los historiadores Bermejo y González de León, quienes probablemente recogían una tradición oral. Esta atribución fue sostenida en el siglo XX por el catedrático de Historia del Arte José Hernández Díaz.
La exposición dedicada a la Roldana, celebrada en el Alcázar de Sevilla en 2007, permitió profundizar en el conocimiento de los rasgos estilísticos de la escultora. Los comisarios de la muestra, José Luis Romero y Antonio Torrejón, manifestaron en su inauguración, ante la Soledad de Puerto Real, firmada por la Roldana, que la Esperanza se relaciona con el estilo de Roldán y no de su hija. Esta idea ya fue sostenida con anterioridad por Maria Victoria García Olloqui.
Por Roldán y su taller también se inclinan Roda Peña, Gabriel Ferreras y Arteaga. Roda Peña recuerda que la Roldana no hace su primera obra documentada - el Ecce Homo de Cádiz- hasta 1684, cuando ya estaba fuera de Sevilla. 
Miñarro en 1987 apuntó a Juan de Mesa; Alvarez Duarte a Ruiz Gijón y José Fernández Isidoro a Hita del Castillo, compartiendo esta última atribución los imagineros José María Leal y Francisco Buiza, el cual pudo trabajar con el San Juan de la Amargura y encontrar similitudes. 
Dubé de Luque aporta la posibilidad de que la imagen contemporánea de la Macarena puede ser el resultado de dos manos distintas: las de su autor primigenio, que la trazó con la cabeza mirando hacia arriba, y las de quien la configura definitivamente como ahora la vemos. Sostiene su teoría en grabados antiguos y en una peculiar desviación del cuello.

En las últimas décadas y en contextos no científicos se ha insinuado a veces que la imagen pudo ser ligeramente retocada en la intervención del profesor Arquillo en 1978. Sin embargo, treinta años después, el restaurador aclaró que la escultura no presenta repintes, ni retoques, de forma que se mantiene en un buen estado de conservación. En aquella intervención, el equipo restaurador no actuó en el torso y confirmó que la madera de la cabeza se conservaba bien, al igual que los ojos de cristal semiesférico, que son los originales. El restaurador, según un plan aprobado por la Hermandad en detrimento del que planteó el Instituto de Restauración del Estado, fijó las partes desprendidas de la mascarilla del rostro y restañó las grietas. En el rostro utilizó un sistema de limpieza mota a mota y se fijaron las partes de la policromía desprendidas. También en el cuello se eliminaron grietas y unos agujeros que presentaba la imagen, quizás consecuencia de la fijación de una antigua ráfaga. La tradición visual de la imagen sólo fue alterada en que la característica mancha o livor del rostro se hizo transparente.
Otra teoría apunta a que la imagen de la Esperanza sería de escuela jiennense y habría sido realizada en Jaén para un pueblo de la provincia, tal vez Los Cárcheles. Existirían, según esta hipótesis, similitudes con la Virgen de los Dolores de la cofradía del Abuelo, con el Cristo de la Expiración o la Magdalena de la cofradía de la Clemencia, todas de Jaén. De ser correcta esta tesis, la imagen de la Macarena podría pertenecer a Mateo de Medina, escultor barroco de Jaén, quien pudo realizarla siendo aprendiz, dadas las imperfecciones de simetría.
El periodista sevillano Fernando Gelán, especializado en temas cofrades, lleva años investigando la autoría de la Virgen de la Esperanza. Sus primeros estudios se centraron en el círculo de Martínez Montañés, a quien se encaminaba con paso firme.

Sin embargo, este investigador, que ha rastreado múltiples archivos en Sevilla y Roma, apuntó en un momento avanzado de su investigación al pueblo jiennense de Carchelejo, el lugar donde se fundó el primer convento de los Basilios, orden que en Sevilla fundó la Hermandad de la Macarena. Es aquí donde su investigación parece describir un giro importante y pasa a concentrarse en torno a Juan de Mesa y Pedro Roldán. Los últimos documentos analizados apuntan a alguno de estos dos artistas, y puede ser un eslabón muy importante en esta investigación el convento que existió en El Tardón, en el barrio de Triana. Con ello, la investigación de Gelán llega a un punto en que se produce parcialmente una coincidencia con la opinión de José Luis Romero y Antonio Torrejón, cuando relacionan la imagen de la Virgen de la Esperanza con el estilo de Roldán.

En cualquier caso, actualmente parece seguro que la talla de la Virgen de la Macarena fue realizada con anterioridad a la época de la Roldana.
Estas recientes investigaciones de Gelán revelan que la Virgen pudo ser una donación de una familia a la Orden de los Basilios y que podría ser una imagen de gloria, transformada posteriormente en Dolorosa, cuando los Basilios recibieron la autorización de organizar la primera salida procesional en Semana Santa. Ahora parece que una de las claves que podrían ayudar a resolver esta incógnita sería esclarecer las relaciones que pudieran mantener con los Basilios Juan de Mesa o Pedro Roldán.

¿Cómo era la casa y convento del monasterio de Cazalla a finales del XVI?


El monasterio estaba compuesto por distintas edificaciones.
La iglesia era de una sola nave, separadas por una reja torneada, de la capilla mayor, en cuyo camarín se veneraba la imagen titular de Nª Sª de la Esperanza -de esta imagen hablaremos más tarde, pues es la famosa imagen de la Macarena de Sevilla-. Dicho camarín existió hasta el año 1973.
La portada principal estaba en el muro de la epístola, formada por un arco de medio punto, que todavía se puede ver, sobre el que corre un friso renacentista con diferentes símbolos, que nos ha podido interpretar y describir Jesús López Román, experto, investigador y escritor de simbologías medievales, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid:
-          La esvástica de brazos curvos que representa a Cristo en el arte religioso y es un símbolo que se ha utilizado en todas las civilizaciones arcaicas. Aquí se representa en la época medieval. En la India todavía se siguen decorando las casas y su representación primitiva fue el sol. La religión cristiana, en el fondo, es una religión solar. El centro es el sol. Lo tenemos hasta en las custodias actuales, que lo que representan es un sol con sus rayos, con la sagrada forma en el centro. Cristo sol, lo que hemos visto en los rosetones de las iglesias góticas y románicas. La de Burgos tiene los doce apóstoles, como el signo del zodíaco, con doce arquitos. El número doce es un número sagrado, como el siete, como el tres. Es decir, la esvástica cuatrisquele representa a Cristo sol. Hay esvásticas de tres brazos. Guenon, al que considero uno de los mejores simbolistas, es lo que él llama la representación del centro. Dice que hay dos tipos de simbolismos básicos: el simbolismo axial o del eje, figurándose que la Tierra está atravesada por un eje y el simbolismo del centro representado por el punto central de la figura que sea. Ahí representa a Cristo como centro del mundo y dado que los cuatro rayos de la esvástica parten del centro y vuelven al centro, en una dirección de ida y vuelta, que significa el alfa y omega, el principio y fin de todas las cosas, por tanto, la divinidad. Y ese simbolismo se repite indefinidamente. Los escultores y los canteros dan el latazo con ese simbolismo. Siempre es lo mismo. Es como la estrella de David, es Cristo.
-          La rosa de diez pétalos, que pueden aparecer con seis, con ocho o con diez, es  evolucionada. Parecida a esa las tenemos en el renacimiento en el Parador de Úbeda. Están los triglifos que separan los metopas y una especie de rosáceas parecidas a esas. Que en realidad es la forma de la rueda. Es lo mismo, lo mismo de la esvástica. Aparece en Grecia, en Roma, en todas las civilizaciones y en el románico es una constante. Y es Cristo. En el románico y el gótico está omnipresente en cualquier iglesia como hexapétala. En el renacimiento se transforma en rosa en general, con independencia de los pétalos. Y el significado es el mismo, el símbolo del centro, principio y fin de todas las cosas.
-          Y luego, los dos bucráneos que representan la muerte. Simbolismo lunar. Lo que da valor del símbolo es la cornamenta, que es la media luna, que es el símbolo de las aguas, el símbolo femenino. El simbolismo de las aguas, el de la luna, se asocia siempre al simbolismo de la mujer. El del hombre es el simbolismo solar. Son los dos elementos que se complementan, tanto en la naturaleza como en la vida. La luna en el mundo agrícola es fundamental, de hecho los ciclos lunares son claves a la hora de las siembras. Toda la agricultura antigua se ha regido por la luna. La actual agricultura biodinámica está basada en la luna. Rige las mareas del mar y  los nacimientos del ser humano se adelantan o se atrasan en función de la fase de la luna. Fíjense en las culturas antiguas el conocimiento que se tenía sobre ese tema. Ahora se vive al margen de todo eso. Al estar los bucráneos o bien era la puerta de un cementerio o como el tema de la muerte está muy unido a este tipo de órdenes contemplativas donde la muerte era considerada una liberación para ir al encuentro de Dios, como dicen los cartujos: “Hermanos, morir hemos de morir. Responde el otro: ya lo sabemos”. El tema de la muerte está omnipresente en las órdenes de este tipo, las que tienen el voto del silencio. En el suelo de la iglesia habría enterramientos.
Encima hay una hornacina con un busto que puede ser de San Basilio Magno, con luenga barba, el báculo de obispo en la mano derecha y el monacato en la izquierda, es decir, fundador de conventos, cosa que San Basilio en vida no lo fue y sí San Agustín. Y a San Agustín  se le representa así. Por eso no parece a algunos expertos una fachada renacentista, sino anterior, porque el símbolo helicoidal de la esvástica de brazos curvos sólo se da en la Edad Media. Es posible que lo que hubiese en la fachada ya lo estuviese con los agustinos. Es una escultura rural, que no está en piedra, lo que sorprende. Es más bien un tardorrománico, más bien de los agustinos que de los basilios. El Renacimiento además llega a las grandes urbes. Las poblaciones rurales no se distinguen por el Renacimiento. Es un arte grandioso y requiere muchos medios económicos. Los arcos no son apuntados, parecen que no son del gótico, por lo que algunos lo sitúan en el tardo-románico. Es lo más sencillo, no necesitan en estas construcciones pobres de grandes maestros albañiles de la época. El arco de medio punto es el más sencillo de hacer, más que el ojival, aquí no habría muchos medios, ni grandes figuras de la arquitectura, ni dinero…Además nada es de piedra…Todo material pobre.
La nave de la iglesia está cubierta a dos aguas, y el cuerpo de la capilla mayor, de planta cuadrada, con tejado a cuatro aguas.
Tenía la iglesia un campanario, que sería una simple espadaña con cuatro campanas, ya que no hay referencia de torre, ni la sencillez del edificio y humildad de la Orden lo suscita. Adosada al templo había una sacristía, y contiguo, el convento o residencia de los frailes con su sala de capítulos, refectorio, celdas, cocinas y otras dependencias.

En aquel conjunto de edificaciones figuraban otras destinadas a los gañanes, pastores y demás servidumbre del monasterio. Había también un molino aceitero de viga, con sus atrojes y tinajas; cochiqueras, cuadras, apriscos, tinados, corrales para el ganado, un horno de pan de cocer, graneros, pajares y almacenes para los aperos y para los productos del campo.

abril 29, 2016

¿Cómo eran las tierras del Monasterio de Cazalla en el siglo XVI?


El sitio es denominado de distintas maneras a través de los documentos: monasterio en el Barranco de Almonaster; monasterio en el Barranco de Almonester; tierras y heredades que antiguamente se solían llamar de Nuestra Señora de la Esperanza; heredad de  Cazalla que está en los montes de Jaén; cortijo que dicen de Cazalla, término de Jaén; tierras de posesión de Cazalla donde dicen el Monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza, término e jurisdicción de las villas de Cambil e Alhabar; casa e tierras en el pago que dicen de Cazalla; barranco del Monasterio; y tierras y heredamiento de Cazalla.
En cuanto a su extensión superficial las tierras compradas por los basilios al convento de Santa Isabel de Huelma y que rodeaban al monasterio de Nª Sª de la Esperanza, era de ciento cincuenta fanegas de cuerda, de bueno y de malo. Esta extensión equivaldría hoy a unas noventa y siete hectáreas, las cuales fueron apreciadas al principio en 1400 ducados, rebajando luego su valor a 1100.
Siempre se habla de convento y molino, bancales con huertas y viñas, y cultivos de cereales y pastos para el ganado.
La viña, que estaba muy perdida, la han replantado –los basilios- y amugronado y mejorado de manera que vale hoy el doble”, decía un testigo de la época refiriéndose a noviembre de 1591. Amugronar es acodar el sarmiento de una vid de modo que la nueva planta ocupe el vacío de una cepa. Un gañán de los monjes de Cazalla, Pedro Romero, de treinta y seis años, declaraba por entonces que había hecho más de trescientos mugrones, por lo que “en dicha viña hay mejoramiento, porque está más bien tratada que de antes”, habiendo plantado además olivos y árboles frutales entre las cepas. Motivos por los que decía otro testigo, Bartolomé González de Mazas, que era “muy costosa de labrar la viña, huerta e tierras”. Por su parte, los agustinos aseguraban que era muy grande la viña y la huerta.
En la huerta había muchos morales y otros árboles frutales “de mucho valor”, y entre ellos “cerezos de grande aprovechamiento”.
También los frailes habían puesto numerosos pies de olivos, incluso en la viña, como hemos visto, por lo que tenían un molino aceitero en el monasterio.
Y en las tierras calmas, de escaso rendimiento, sembraban cereales, por lo que “mucha parte de lo que se siembra no se puede segar, respecto de ser blanquizar e de poco suelo y así, el aprovechamiento es tan poco que la costa es mayor.”
Aparte de los cultivos, los monjes criaban ganado que vendían para pagar el censo a los agustinos de Huelma. Ganado cabrío, de cerda y algunas colmenas.
Antes de que los frailes de San Agustín vendiesen las tierras de Cazalla habían dejado de labrarlas por su cuenta, y las dieron todas en arrendamiento a un tal Juan Martínez Domedel, vecino de Cambil –ya difunto en 1591- “el cual mientras las tuvo trató muy mal la hacienda, las tierras estaban muy flacas y toda la heredad la tenía llena de zarzales”. En ellas pastaban una buena manada de cabras de cerca de seiscientas cabezas y otros ganados.
El testigo que tales declaraciones hacía, llamado Blas de Bustamante, se sesenta años de edad, aseguraba que “oyó decir al Juan Martínez Domedel y a su mujer, que por qué pecado se habían entrado en dicho arrendamiento, porque había sido causa de haber perdido su hacienda, porque sembraban en dichas tierras cada año e no cogían nada. Y que lo mismo les ha oído decir a los monjes de San Basilio, que siembran y es muy poco lo que cogen”.
Al parecer, la heredad de Cazalla era mala, deficiente, aunque los agustinos, por la cuenta que les traía, aseguraban “que la casa era muy buena e habían gastado en ella más de mil ducados, e las tierras de labor son muchas y la viña y huerta muy grande e buena e muy poblada y repuesta y antes de que la vendiesen estaba muy bien labrada y valía mucho más de lo que se vendió”.
No obstante, los testigos que declararon en el pleito sostenido con los basilios, y que en otro artículo referiremos, decían lo contrario, incluso algunos presentados por los agustinos, que depusieron de forma muy desfavorable al valor de tales tierras y heredamiento.

En resumen, las tierras del Monasterio de Nª Sª de la Esperanza eran de baja calidad y el lugar solitario y desamparado, lo que contribuía a su difícil laboreo y aprovechamiento. Por lo que no es de extrañar la pobreza que alegaban los frailes de su comunidad en aquellos finales del XVI. Por ello tenían que pedir limosna en Cambil. Incluso tuvieron que pedir prestado el trigo para las siembras, ni tenían para hábitos honrosos.

abril 26, 2016

La Orden de San Basilio Magno en España


Los basilios habían comprado a los agustinos en 1577 el monasterio de Cazalla, pero antes éstos ya estaban en Cambil y habían viajado a Roma en busca de la confirmación papal de la Orden
El viaje a Italia de los basilios de Mata-Bexix 
El monasterio recibió diversas donaciones y su situación económica resultó muy desahogada. Pero tras 20 años de haber recibido del obispo de Jaén las reglas, no les pareció el acto bastante canónico y decidieron que su abad, fray Bernardo de la Cruz, fuese a Roma. Lo hizo en 1560, siendo confirmada por el papa Pío IV y con facultades para recibir él mismo profesiones religiosas, e incorporándose a la Orden de San Basilio de Italia, yendo posteriormente al monasterio Basilio de Grottaferrata. Volvió a España acompañado por monjes basilios italianos para instituir a los ermitaños de las celdas del rio Oviedo, convirtiéndose este convento, aparentemente, en la retauración de la Orden en España. En 1574, por bula del papa Gregorio XIII, cambiándoles la vestimenta de pardo a negro, con hábito y cogulla.
Los otros monasterios basilios de la Península
Había otros dos enclaves basilios habían nacido sin conocimiento los unos de los otros, pero con espíritu muy similar. Uno era la fundación del eremitorio Yermo del Tardón en la Sierra Morena cordobesa, impulsada por el padre Mateo de la Fuente; y el otro el centro constituido por Francisco Aguilar de Loaisa, quien tras recibir el hábito basiliano en Italia, que fundó en Valladolid el monasterio de San Cosme y San Damián.
La unificación de estos tres enclaves fue algo lenta y se tradujo en numerosos problemas y enfrentamientos, casi siempre surgidos a instancias del Yermo del Tardón, cuya vocación eremítica era mucho más fuerte que la de sus claustros hermanos. En 1577, Gregorio XIII emitía una bula por la que unía los monasterios andaluces (ese año ya habían creado también el de Cazalla y no sé si alguno más) en una sola congregación, con el padre Bernardo de la Cruz como superior; por fin, en 1595, el monasterio de Valladolid se unió a los andaluces e inmediatamente se produjo la división  de la Congregación en tres provincias: la del Tardón, la de Andalucía y la de Castilla. La primera se separó de las otras dos y en 1603 formó congregación independiente, cuya trayectoria vital fue cada vez más decadente, llegando a reunir solo cuatro conventos entre los que hubo escaso entendimiento. Por ello, en 1788, a instancias de un proyecto de reforma de la Orden redactado por la monarquía española, la Santa Sede suprimió la provincia del Tardón, así como varios de sus monasterios e incorporó los restantes a la provincia de Andalucía.
Las provincias castellana y andaluza tuvieron un devenir más tranquilo y alcanzaron una expansión considerable en siglo y medio, de tal forma que en 1667 ya se habían fundado todos los monasterios que la Orden iba a tener en España. En 1788, al tiempo que desaparecía la provincia del Tardón, las de Andalucía y Castilla también se veían afectadas por el proyecto reformista de la monarquía, cuyo objetivo era simplificar el panorama de los monasterios basilianos, debido a la precaria situación económica de la mayor parte de los mismos. Así, se previó cerrar los más pobres e incluir a sus monjes en los restantes, de tal modo que Castilla contaría con cinco claustros y Andalucía con siete. El proyecto fue aprobado por la Santa Sede y ejecutado entre 1788-1790.
Desde entonces, la decadencia de la Orden fue constante y los avatares de la Guerra de la Independencia afectaron sustancialmente a los claustros de Sierra Morena, Salamanca y Valladolid. Por último, tres decretos de supresión de órdenes religiosas y desamortización de sus bienes de 1835-1836 pusieron fin  a la historia de los basilios en España.


Los basilios compraron el monasterio a los agustinos

El 29 de noviembre de 1577, con presencia de escribano, se congregaron en el convento de Santa Isabel, a campana tañida, según lo tenían de costumbre, todos los frailes agustinos y superiores del mismo y el prior les dijo: “Nuestro convento posee una casa y huerta con 150 fanegas de tierra en el pago de Cazalla, la cual queremos vender al monasterio de Santa María de Oviedo de la orden de San Basilio Magno por precio de 1000 ducados, la casa y la huerta, y 400 ducados, las tierras, que juntos montaban 1400 ducados, de los que tenían que redimir cada año, por renta, 100 ducados.”
Los frailes contestaron que estaban de acuerdo. Se volvieron a reunir los días siguientes otras dos veces como era preceptivo en cosas tocantes a este convento. El prior siempre volvió a hacerles la misma pregunta, y siempre contestaron que sí.
Por su parte, los basilios de Santa María de Oviedo, se reunieron el 3 de diciembre y también otras dos veces posteriores, acordando comprar la heredad de Cazalla porque les era útil y provechosa.
El día 4 de diciembre firmaron los basilios en Huelma.
Los basilios se sintieron engañados
Al año siguiente, los basilios se sintieron engañados en el precio de lo comprado, al menos eso fue lo que pensó el provincial de la Orden, que los amenazó de excomunión si no dejaban la heredad que habían comprado, por lo que decidieron hacer defensa interponiendo un pleito. Los agustinos, que no debían tener la conciencia muy tranquila y por evitarse problemas, decidieron hacer la gracia de rebajarles 300 ducados.
Tras el paso de algunos años, los basilios de Cazalla siguieron viendo que esta finca era un mal negocio y en ellos tomó cuerpo la idea de que habían sido agraviados. El visitador provincial les dio licencia para iniciar el pleito, el que presentaron ante el provisor del obispado en 1591.

El pleito duró hasta 1598. Pero esa es una historia que, sobre todo, nos ha permitido, por la documentación archivada en la catedral de Jaén, conocer cómo era el monasterio, quiénes eran, qué tenían y cómo vivían los basilios en aquellos años de final del siglo XVI. Pero antes vamos a conocer quiénes eran los de la orden de San Basilio Magno.
La orden de San Basilio Magno
Por la persecución de los cristianos por el emperador Decio (años 249-251), éstos se refugiaron en los desiertos de Siria y de la Tebaida, donde practicaban una vida de soledad que repartían entre la oración y la penitencia: fueron los primeros anacoretas o eremitas.
Pero la vida anacoreta o solitaria tenía que convertirse, por naturaleza, en vida en cenobio (que procede del griego y significa vida en común). Dicha vida en cenobio se inición en Oriente. San Pacomio (346 fundó a orillas del Nilo el primer convento en el cual los monjes, reunidos en comunidad, practicaban una misma regla, regla escrita por el santo, que fue traducida al latín por San Jerónimo y la impuso en la Tebaida).
San Basilio Magno (329-379), griego, nació en Helenoponto, cursó estudios en la escuela superior de Atenas. Tras visitar a los padres del desierto escribió unas nuevas reglas hacia el año 363, más precisas y más metódicas que las de San Pacomio, que influyeron en el monaquismo oriental y el occidental, las mismas reglas en las que viven los basilios de Oriente.
El monasterio de basilios de Santa María de Oviedo en Mata-Bexix
El año 1540 se estableció o restauró en España la antiquísima Orden de los monjes basilios, Orden basilia o Congregación basilia. Vivían entonces en una soledad del obispado de Jaén algunos varones de conocida piedad, a quienes el obispo dio la regla de San Basilio, nombrando abad a uno de ellos.
Unos años antes, en Mata-Bexix, se habían establecido 12 ermitaños que vestían hábito de paño pardo, a orillas del rio Oviedo. Eran doce por la tradición desde los orígenes del monaquismo. San Pacomio agrupó a los eremitas del desierto en colonias o cenobios, de doce monjes, con lo que nacieron los monasterios.
Aquellos 12 monjes hacían vida contemplativa, sin sujeción a regla alguna, hasta que a finales de 1538 ocupó el obispado de Jaén, don Francisco de Mendoza, hijo de los primeros marqueses de Mondéjar, se preocupó que llegara a las zonas rurales el servicio de misa y la enseñanza cristiana. Así en 1540 los 12 ermitaños de las Celdillas del rio Oviedo o Mata-Bexix, recibieron del obispo la regla de San Basilio Magno, que se obligaron a guardar, fundando el monasterio de Santa María de Oviedo, el primero de la orden de San Basilio que se creaba en España, tras los siglos de vacío con la presencia musulmana. Eligieron su primer abad, fray Bernardo de San Andrés o de la Cruz, sacerdote natural de Montilla.
Había un convento en piedra y su iglesia dedicada a la Virgen María.
San Basilio no fue autor o instituidor de monasterios, sino maestro e ilustrador de monjes, yendo con su ejemplo delante de todos. Exigía mortificaciones severas y prolongadas, largas horas de trabajo manual e intelectual, una obediencia absoluta a su superior y a las penitencias rigurosas que éste debía infligirles por la menor falta, pero todas esas pruebas no debían ser más que etapas en el camino de la oración perfecta, de la oración que conduce a la contemplación de Dios, del éxtasis (lo que después recogerían Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz con los Carmelitas Descalzos, todo el fenómeno de los iluminados en el siglo XVI-XVII en la provincia de Jaén, como en Baeza, que coincide con la instalación de estos monasterios)
El silencio, la humildad, el ayuno, el abandono de sus bienes a la comunidad eran otros medios para desprenderse de este mundo para poder saborear ya en esta vida algo de la beatitud celestial. Aunque parezcan duros, eran más suaves que los extremismos de penitencia y privaciones de los eremitas orientales.
San Basilio fue obispo de Cesárea y luchó contra la herejía arriana. Era alto, flaco, enjuto de carnes, pálido y algo triste, nariz proporcionada, arqueadas las cejas, aspecto de absorto y pensativo, sienes algo cóncavas, barba larga y entrecana.

abril 21, 2016

El Monasterio de Cazalla, primer convento de la Orden de San Agustín en la provincia de Jaén

El valle del Monasterio de Cazalla, donde está la Huerta de los Frailes, fue frontera entre el reino de Castilla y el reino nazarita de Granada durante 250 años. Desaparecida la frontera con la caída de Granada en 1492, llegó la repoblación humana y después la religiosa.
El monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza nace a comienzos del siglo XVI-algunos autores lo fechan en 1504- o, tal vez, en el siglo XV, o al menos parece que se asienta donde ya hubo históricamente otro monasterio en épocas pretéritas, pues en los documentos de creación de dicho monasterio por la Orden de San Agustín, dice estar en el Barranco de Almonaster, nombre antiguo del lugar. ¿Significa “el monasterio”? ¿Por qué iba a llamarse así si no había un monasterio? ¿Lo hubo ya en la época visigoda? ¿Siempre ha existido en el lugar un templo o dependencia religiosa? Al fin y al cabo los lugares religiosos no se instalan sino donde antes ya había otros, sean íberos, romanos o visigodos, en este caso.
Lo cierto es que la Orden de San Agustín funda en el Barranco de Cazalla su primer monasterio en la provincia de Jaén, como nos cuenta Rafael Galiano Puy en su publicación “Del monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza, en el Barranco de Cazalla, al convento de Santa Isabel de Huelma. Ambos de la Orden de San Agustín
Así que tenemos el monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza de Cazalla que fue matriz del convento de Santa Isabel de Huelma, y no al revés, como hasta ahora teníamos entendido por lo escrito por Ortega i Sagrista. No era una dependencia del convento de Huelma que utilizaban como lugar de retiro y meditación, sino su primer convento de la Orden en la provincia, y que dejaron porque recibieron una buena fortuna de una rica de Huelma a cambio de que se instalaran en aquella población y que en su iglesia enterraran a su marido, a ella y a su familia, en unos tiempos en que estaban obsesionados acerca de que, estando enterrados cerca de Dios, se garantizaban la entrada al cielo. Por eso  las iglesias están llenas de tumbas del clero y de los nobles.
Lógicamente aceptaron, abandonando el monasterio y crearon el convento de Santa Isabel en Huelma. El monasterio y sus tierras, primero, las arrendaron a un vecino de Cárchel y, después, las vendieron en 1577 a los basilios del monasterio de Santa María de Oviedo de Mata-Bexix, que era el primer monasterio de la Orden en España que se había instalado después de ocho siglo desde su desaparición tras la invasión musulmana.
Pero antes de adentrarnos en la presencia de los basilios en el monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza, hagámoslo con el período de los agustinos.
La Orden de San Agustín  
La orden de San Agustín, que data del siglo XIII, siempre se llamó de Ermitaños (este era el título oficial medieval, pero popularmente se les ha llamado siempre Agustinos a secas, como a los dominicos no se les puede llamar Padre Predicadores sino Padres Dominicos, y a los franciscanos no Padres Menores, sino Franciscanos), porque tenía casi todos los monasterios en despoblado. Pero, será en 1256, cuando en una segunda reunión más amplia, se le dé la forma actual. El papa Alejandro IV quiso que se fundaran los nuevos conventos en ciudades y pueblos a fin de que los religiosos fuesen más útiles a los fieles predicando, administrando los sacramentos, visitando a los enfermos y consolando a los afligidos. Al mismo tiempo uniformó su hábito para que se distinguiese de los demás frailes. Fue elegido como primer General el Padre Lafranco de Milán. Era el año 1256 y nacía una nueva Orden Mendicante.
La Orden de San Agustín  es una orden religiosa mendicante establecida por la Iglesia católica bajo el pontificado de Inocencio IV en el año 1244, ante la necesidad de unificar una serie de comunidades de eremitas que surgieron bajo la experiencia monástica de san Agustín y su Regla del siglo IV.
Agustín de Hipona o San Agustín nació en el 354. Autor prolífico, dedicó gran parte de su vida a escribir sobre filosofía y teología. Nació en Numidia, en el norte de la África romana. Fue obispo y considerado uno de los padres de la Iglesia.
La fundación del monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza de la orden de San Agustín en el Barranco de Almonaster o Cazalla
En cuanto a los promotores de las fundaciones de sus conventos erigidos en el siglo XIII se debieron al apoyo directo de los reyes, es el caso de Toledo, lo mismo que ocurrió en los de Córdoba, Sevilla y Burgos. También los apoyó la nobleza de nuevo cuño. Las fundaciones en el XIV también se realizaron en localidades pequeñas o en lugares apartados, constituyendo verdaderos eremitorios, donde algunos religiosos pretendieron revivir el ideal eremítico, considerándolo como el espíritu genuino de la Orden. De ese espíritu nació el monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza en el Barranco de Almonaster o Cazalla: “Allí, en un barranco, llamado Almonester, se asentarían los frailes de San Agustín para fundar un monasterio, primero en todo el reino de Jaén, el cual pusieron bajo la advocación de Nuestra Señora de la Esperanza. Parecer ser que la casa, huerta y heredades que ocuparon se solía llamar de antiguo así. Después, cuando pasó a manos de los monjes basilios, éstos sigieron respetando la advocación, aunque al conjunto se le conocería como Heredad de Cazalla.”-dice Rafael Galiano Puy.
El convento de Cazalla nos aparece por primera vez en las reuniones de capítulo de 1541. El año de su fundación lo desconocemos, aunque el P. Basilio Estrada le da la fecha de 1504.
Sobre la advocación que se elige para el nuevo convento –Nuestra Señora de la Esperanza-, diremos que dentro de la orden de San Agustín han existido más conventos con este título. Además de dos conventos de monjas en Bilbao y Valencia, existió el convento agustino de Nuestra Señora de la Esperanza de Bolaños de Campos (Valladolid), existente ya en 1504, pero desaparecido en el capítulo provincial del año 1541. Probablemente algún fraile de allí influyese en el nombre, o quizás, el convento de Cazalla tomase el “relevo” del vallisoletano. El otro convento del mismo nombre es el colegio-convento que fundó el conde de Ureña en Osuna en 1548.
Traslado a Huelma de los agustinos
La orden de San Agustín estaba presente en este obispado de Jaén desde antes de 1541, año en que ya estaba fundado el monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza, en el Barranco de Cazalla. En 1573, una señora llamada Isabel Vázquez, viuda de un alcaide de Huelma, Diego de Aldana, convenció a esta comunidad para que abandonasen aquellos inhóspitos parajes y fuesen a Huelma a fundar un nuevo convento con los cuantiosos bienes que ella les proporcionaría. El resultado fue la fundación del convento de Santa Isabel. Las tierras dejadas serían vendidas en 1577 a los monjes basilios del monasterio de Santa María de Oviedo, en la Mata Begig, que, como el de Cazalla, era jurisdicción de la villa de Cambil. Los basilios respetaron la existencia del convento y continuaron con la advocación antigua, llevándola en el año 1595 a la ciudad de Sevilla para fundar la popular cofradía de la Nuestra Señora de la Esperanza, en el barrio de la Macarena.
En marzo de 1573 se realiza la escritura pública entre la señora Isabel Vázquez, viuda de Diego de Aldana, y fray Juan de Paz, de la orden de San Agustín, prior del convento de Nuestra Señora de la Esperanza que estaba en Cazalla, otorgando la donación a la Orden de las casas principales en que al presente vivía en Huelma, con la obligación de que trasladase su convento a esas casas, donde se tendría que edificar y plantar el mismo, hacer una iglesia en él, donde se celebrarían los oficios divinos, y en su capilla mayor dedicarla a los enterramientos de su difunto esposo, el señor Diego de Aldana, el de ella y sus parientes y descendencia. Fray Juan de Paz, en nombre del convento y de los demás frailes aceptó las claúsulas.
No tardaron los frailes en hacer el traslado, pues en mayo del mismo año hicieron escritura de arrendamiento de las tierras a Alonso García y Lope García, padre e hijo, labradores del cortijo de Cárchel: “… tomaron a renta de los muy reverendos padres, prior, frailes y convento de Santa Isabel de Huelma, de la orden de San Agustín, todas las tierras que el convento tenía junto al monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza de Cazalla, que eran todas las que estaban fuera del cercado de la viña y del majuelo, y de un cercado de retama que había debajo del majuelo. Las recibieron en renta para sembrarlas en el presente año y por tiempo de 6 años, que comenzarían a contar el dia 15 de agosto de 1573.
Se obligaban a dar una renta de 30 fanegas de trigo, 20 fanegas de cebada y el diezmo de lo que se recogiere de cosecha en cada año. Serían pagados en el convento de Cazalla, pero serían para el de Santa Isabel de Huelma.
Las condiciones que pactaron importaban sobre todo en la manera de sembrar, que había de ser en tres hojas; los frailes les dejarían el tinado del pajar y la cocina del convento, una cámara grande que estaba enfrente de la escalera del patio y la cámara que estaba al lado, y los labradores se obligaron a no llevar, ni meter en el convento a mujer alguna para que los sirviera mientras durara el arrendamiento.
Después, pagaron a los frailes 12 ducados por un buey bermejo y 6 ducados por una carreta nueva, con todos sus aderezos, que les habían dejado al irse a Huelma.
A primeros de noviembre de 1573, fray Juan de Paz, nuevo prior del convento, por sí y en nombre de los demás frailes, compró unas casas en Huelma a Antón Hernández y su mujer, que eran contiguas a las que ellos tenían.”

Fueron unos frailes eficaces y solícitos en hacer todo lo necesario para el traslado e inmediato funcionamiento en Huelma. En pocos meses todo estaba en marcha e instalados, que, incluso, constan los encargos de hábitos que hicieron a un sastre de Baeza el mismo año. La situación les permitió estar holgados económicamente.

abril 18, 2016

Muchas nuevas noticias

Este precioso mapa del siglo XVIII nos dibuja cómo era el convento en esa época. Lo más sorprendente es ver que contaba con una espadaña con cuatro campanas y una especie de cúpula que no sé qué puede ser.
De todos los descubrimientos, el más importante no es este mapa aportado por mi amigo el cronista local Jorge González, sino saber que los agustinos tuvieron este monasterio como el primero en la provincia de Jaén. Desde él se fueron a Huelma a fundar el de Santa Isabel. 
También, que la estatua que hay en la hornacina sobre el arco de medio punto, puede que no sea San Basilio, sino San Agustín. En la mano tiene una casa, símbolo de los fundadores de conventos, cosa que lo fue el último y no el primero. Esta ha sido una aportación de mi amigo Jesús López Román.