Al estar el cortijo
El Convento en manos de la familia Lozano de Campillo de Arenas, que eran
grandes propietarios, las familias más pudientes de dicha población, más
vinculadas con las fuerzas conservadoras y, tal vez, proclives a la sublevación de Franco, utilizaron de refugio dicho
cortijo durante todo el período de la Guerra Civil española, tratando así de evitar el
riesgo de las acciones de milicianos radicales que por su cuenta secuestraban y
fusilaban sin miramiento alguno a aquellos que ellos consideraban fascistas.
Pero en Carchelejo
pronto se supo que allí estaban refugiados dichas personas de Campillo de
Arenas, por lo que fueron algunos grupos radicales de éste pueblo los que
quisieron llevar a cabo la tarea de la persecución de los mismos.
Se supone que en los
círculos de estos grupos extremistas del pueblo se decidía una noche cualquiera
que iban a llevar a cabo la operación por sorpresa yendo al cortijo al amanecer
del día siguiente. Pero como muchos jornaleros del pueblo trabajaban desde
generaciones en aquel cortijo y mantenían lazos afectivos potentes con sus
propietarios, esa misma noche se desplazaban al cortijo para advertirles de las
intenciones de los milicianos incontrolados, lo que hacía que los “fascistas”
se fueran a pasar la noche y el día a lo alto de los montes. Cuando llegaban
los milicianos, allí no encontraban a nadie y, enfadados, se ponían a fusilar a
la estatua de San Basilio, por fascista. Estos hechos ocurrieron
reiteradamente, lo que llevó a la familia de los cortijos, para proteger el
santo, la necesidad de ocultarlo, recubriéndolo con yeso.
Y así ha estado
hasta el año 1998, que fue descubierto de nuevo y devuelto a la imagen original
que había tenido desde la fundación del monasterio, seguramente por los agustinos,
allá por el siglo XV o principios del XVI.
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