Llegamos al siglo XVIII con la existencia de este
monasterio que se mantiene apartado en su soledad, y pese a la decadencia en
los últimos tiempos del reinado de Carlos II y durante la Guerra de Sucesión,
cuyos costes apenas llagaron a ese desierto de Cazalla, alcanza su mayor
esplendor, con el mayor número de monjes y con más tierras y ganados.
Ordenada la confección del famoso Catastro del marqués
de la Ensenada, el abad del monasterio presentó por escrito y firmó su
correspondiente declaración fechada en julio de 1751, en Carchelejo, a fin de
unirla a las relaciones de eclesiásticos vecinos de dicho término y forasteros
hacendados en él, y que comienza así:
“Relación que yo
el Reverendo Padre don Juan de Benavides, Abad de el Monasterio de Cazalla de
la Orden del Señor San Basilio Magno, extramuros de este lugar de Carchelejo y
comprendido en su término, distante de el dicho lugar como un cuarto de legua,
poco más o menos, doy fe de los bienes raíces y ganados, pertenecientes a dicho
Monasterio, como también de los monjes, sacerdotes y legos de se compone, y
mozos sirvientes, tanto en la labor como en la guarda de ganados. Todo en
conformidad de lo prevenido en el edicto despachado por el Sr. Don Manuel
Velarde Zevallos comisionado por S. Md. Para entender en el establecimiento de
la única Contribución de este Reyno.”
Vemos de
manera clara que el monastario se había enriquecido notablemente. Había pasado a
tener trece fanegas y medio de regadío y cuatrocientas seis de secano, que
equivaldrían hoy a unas 263 hectáreas de terreno, con 1182 olivos, 2300 vides,
frutales, parrales, encinas, quejigos, tierras de labor y monte y más de 500
cabezas de ganado.
Se deduce del
catastro de la Ensenada que el monasterio poseía bienes suficientes para
mantener su comunidad y servicio, todo esto sin contar con los estipendios de
misas y limosnas que obtenían los frailes en su asistencia espiritual a la
comarca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario